martes, 12 de agosto de 2008

Gorgas Negras y Oscuros de Balcés

Pues sí, finalmente le pusimos fecha y salió. Vanesa, Agus, Chechu (Metano) y servidora (la eva) le plantamos cara a las frías pozas del barranco rey en Guara, o, al menos, eso es lo que dicen. La jornada empezó muy pronto, y es que hay que madrugar porque para llegar a él hay tres ricas horas de aproximación, que bajo el sol pueden ser demoledoras en pleno agosto.

Las cosas, a veces no salen como uno las planifica. En el grupo contábamos con Ruli y Esther, pero al final causaron baja y tuvimos un alta inesperado, Juan, un madrileño solitario que buscaba compañía en la plaza de Rodellar a las 7 de la mañana… ¡cómo decirle que no! Además resultó ser de esas personas que te hacen agradable la actividad porque iba disfrutando desde el primer salto hasta la última badina (que no badana, eh Agus?)

En dos horas y media estábamos plantados en las orillas del Gorgas deseando meternos en el agua. El principio del cañón es impresionante, yo diría que mágico. Es como un decorado de cartón piedra con aguas transparentes y verdes y unas pozas redondeadas, perfectas. Es de esos lugares donde miras adelante y miras lo que vas dejando atrás porque te parece un espejismo. A medida que avanzas no puedes evitar también mirar arriba, las paredes se extienden al cielo y es cuando te das cuenta de lo pequeñito que eres y de lo grande que es el barranco.

No es un cañón muy técnico, apenas 6 o 7 rápeles, casi todos saltables (que se lo digan a Metano) y con un agua tan clara que resulta difícil no ver dónde pisas. Pero es un barranco que pone a prueba tu paciencia para nadar y andar. Largas badinas (que no badanas), algunas de ellas frías y largos pasos andando. Simplemente, hay que poner el piloto automático, darle la espalda al agua y relajarse mirando al cielo. El bote estanco te hace aquí la vida más fácil.

Terminamos el barranco muy enteros, a pesar de ser una jornada larga en el agua. Y a una hora muy prudente, las 7 de la tarde. Nos tomamos una cervecita con Juan que se marchó del tirón a Madrid. Y los cuatros jinetes del Gorgas nos fuimos a reunir con el resto de la pandi: los rulis, los caris y Josemi con su hijo que habían hecho el Gorgonchón ese día. Con otra cervecita en la plaza del pueblo, planificamos el barranco del día siguiente.

Los Oscuros de Balcés

El domingo madrugamos, aunque no lo suficiente, para adentrarnos en los Oscuros de Balcés. Es un barranco corto, pero muy acuático y divertido. Nos juntamos diez personas, dejando a Josemi y a Esther en el campamento base. Josemi con una contusión en un tobillo, después de un salto en el Gorgonchón el día anterior, y Esther con dolor de ovarios, mayormente.

La aproximación es muy bonita, pero íbamos un poco asustados viendo la cantidad de gente que pensaba hacer el barranco a la par que nosotros. Menos mal que luego fuimos avispados y nos adelantamos a los grupos, progresando por el cañón a nuestras anchas.

Los Oscuros de Balcés tiene un comienzo a base de un gran caos de bloques que te impiden ver la continuación del barranco entre piedrolo y piedrolo. Pero es divertido y curioso, aunque con gente puede resultar un poco estresante.

Superado esto, el cañón te ofrece un sinfín de pasos, pequeñas cuevas y saltos hasta llegar a un pasadizo donde no entra la luz, el agua está muy fría y el silencio la quietud son protagonistas….pero merece la pena porque es un recorrido impresionantemente bonito. A estas alturas ya habíamos conseguido ser los primeros en el descenso y lo estábamos disfrutando solos, muy agustito.

El final del barranco fue una fiesta de saltos en unas pozas limpias que nos permitieron jugar un rato como los niños chicos. Y si no que se lo digan a Quique, el hijo de Josemi, que se portó como si hubiera hecho barrancos toda la vida. Es más, las malas lenguas dicen que Metano lo usó durante todo el recorrido lanzándolo el primero para probar la profundidad de las pozas.

Remontamos el camino al parking por un sendero entre sombras y soles a las 2 de la tarde que se nos hizo muy duro por el calor, pero finalmente llegamos a los coches donde Josemi y Esther nos esperaban. Esta vez los churrasquitos no se quemaron, que ya le van pillando el punto a esto del sol.

Los que teníamos que volver a Madrid nos hicimos los remolones hasta las 5 de la tarde y se quedaron los que están empezando sus vacaciones (¡qué puñetera envidia!), los caris, los rulis y Josemi. Espero que hicieran algún barranco más por allí y se decidan a relatarlo. Eva